Reykjavik por
|
Ya estoy en Reykjavik, el viaje ha sido largo y pesado, pero empecemos por el principio. Se supone que para ir tranquilos desde Soria teníamos que salir a las 9 de la mañana, pero nos dieron casi las 10. Aunque llegamos con tiempo suficiente para embarcar. Aún sacrificando enseres, me pasé en 4 kilos, pero sólo me cobraron 3. Mientras estaba en la cola de embarque unos familiares míos me sorprendieron viniendo a despedirme. Una pena que tuviera tantas cosas en la cabeza que no supiera reaccionar correctamente.
El vuelo a Londres fue tranquilo, aunque el avión iba bastante vacío, la duda se despejó rápido cuando una señora le preguntó a la azafata cómo estaba la situación en Londres. La azafata le contestó que era más asustar que realidad, por lo que tranquilamente siguieron haciéndose fotos en el avión.
La espera en Londres fue terriblemente tediosa. Busqué un asiento cerca de los monitores dándome cuenta que no fuera la zona de fumadores, saqué un bocadillo y a comer. Después cambié cosas de la maleta de mano a la maleta de facturar, porque Iceland Express permite facturar 20 kilos y 5 de mano (Ryanair 15 facturados y 10 de mano) y me fui a facturar a las 6 de la tarde, aún cuando el vuelo salía a las 20:40. En el mostrador la azafata me dijo que no podía llevar dos bultos de mano: mochila y bolsa de deporte, cuando todo el mundo lleva bolso y maleta pequeña. Me las pesó y me dijo que me llevara como equipaje de mano la mochila de deporte, pero como llevaba ahi medicamentos tuve que ponerme a cambiar cosas de una mochila a otra. Al final, me facturó 25 kilos en dos bultos sin cobrarme de más y el equipaje de mano que llevaba sobrepeso no me la volvieron a pesar. Asi que ¡¡prueba superada!!
Ya llevaba muchas horas deambulando por ahí (además los policías con algo que parecía una metralleta empezaban a darme miedo) y comenzaba a ser algo incómodo llevar un paquete de billetes en cada pie (metido dentro del calcetín) y más, porque los muy puñeteros habían elegido situarse en la parte del arco del pie.
El control de embarque en el Aeropuerto de Stansted fue uno de los más exhaustivos que he sufrido. Aunque mi aspecto europeo, supongo, me libró de que me abrieran la bolsa de deporte, sin pitar me cachearon (algo que empieza a ser indispensable cada vez que vuelo a ese aeropuerto) entendí mal algo de las botas y me quité una, pero sólo quería ver mis suelas, pero bueno, así lucí uno de mis calcetines a rayas rojas. Descubrieron mi cinturón de viaje con más dinero y aunque le respondí que era dinero islandés, me lo abrió para comprobarlo con sus propios ojos.
Cuando descubrí que para llegar a la puerta de embarque número 7 había que coger un pequeño tren me alegré de ser por una vez en la vida puntual. Aunque eso sería lo de menos, ya que llegué con casi una hora de antelación y empezamos a embarcar casi media hora después de lo que indicaba el billete. Cuando por fin nos pidieron la documentación para ir accediendo al avión, descubrí a una chica sola con pasaporte español (presumiblemente carne de erasmus) Tras meditarlo varios minutos no me atreví a decirle nada. En Londres empezaba a anochecer, el cansancio me venció y no me enteré del despegue. Cuando desperté, era más de día que cuando despegamos y esto se me hizo muy estraño. Me dieron un propaganda con una oferta de un empresa de telefonía móvil islandesa en el que se incluía la tarjeta SIM. Le pregunté a la chica islandesa que estaba al lado y se ve que las dos compañías que operan en Islandia son muy similares en cuanto a precio y cobertura y que no hay ninguna que opere en mayoría ya que tienen los clientes repartidos mas o menos al 50% por lo que no me decidí a comprarlo ya que la única diferencia es llamar a la competencia, por lo que ya lo decidiría en tierra firme.